Aceite de Palma y Ácido Palmítico
Aunque lleva prácticamente toda la vida con nosotros, el aceite de palma parece haberse convertido en los últimos tiempos en el enemigo público número uno de la salud hasta el punto de que el debate ha llegado al Congreso de los Diputados, pero ¿Hay motivo real para tanta alarma o se ha desatado una “alarma social injustificada”?
Ante la creciente alarma social generada en los últimos meses en relación al aceite de palma y ácido palmítico, y la preocupación de muchos padres por erradicarlo totalmente de todo tipo de productos, creemos conveniente aportar algo de información al respecto:
El aceite de palma es un aceite vegetal rico en grasas saturadas, fundamentalmente ácido palmítico, que se emplea frecuentemente en alimentación. Se produce a partir de los frutos de la palma africana (Elaeis guineensis). Es un aceite que no procede de cultivos transgénicos y que, en su forma refinada, no aporta sabor, es muy estable, no se enrancia ni oxida fácilmente y mantiene bien sus propiedades organolépticas cuando se eleva la temperatura. Estos hechos, junto con su rendimiento y su precio, han hecho que sea el aceite vegetal más usado en el mundo (30% del total), por delante del de soja o el de colza.
Desde la modificación europea sobre el etiquetado (Reglamento UE nº 1169/2011, de aplicación desde diciembre de 2014), en la descripción de los componentes debe constar su procedencia. Es decir, que cuando figure “aceites vegetales” o “grasas vegetales”, debe indicar el origen específico del vegetal (no es que previamente a esa fecha no se utilizaran en la producción de alimentos, sino que no era obligatoria su declaración específica).
Como se señala en el comunicado de la AECOSAN del 7 de abril de 2017, se está trabajando en la reformulación o mejora de la composición de los alimentos, dentro del Plan Nacional y en consonancia con las directrices europeas, que contempla, entre otras medidas, el empleo de aceites con un perfil nutricional más saludable, de ahí el origen de la alarma social generada, debido al alto contenido en grasas saturadas que presenta éste aceite. Aunque inicialmente, la alerta de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) hacía una referencia específica no tanto a las características nutricionales del aceite de palma, sino a los contaminantes generados en el proceso de refinamiento (3-MPD, glicidol y sus ésteres).
Depende: el consumo y necesidades de grasas conciernen de forma diferente a los niños menores de 2 años, adolescentes y adultos.
Mientras que en niños mayores y adultos se recomienda controlar la cantidad y calidad de la grasa consumida, en menores de 2 años no está indicada la restricción del consumo de grasas, y el empleo de dietas pobres en grasas se asocia con efectos negativos sobre el crecimiento y el desarrollo a largo plazo.
El ácido palmítico es el ácido graso más abundante en el organismo y tiene distintas funciones además de la producción de energía, entre otras la capacidad de unirse a determinadas proteínas necesarias para algunas funciones del sistema nervioso, para la formación del surfactante pulmonar o para garantizar la unión celular.
La leche materna es el alimento ideal en el lactante y es el modelo sobre el que se elaboran y desarrollan los sustitutos de la leche materna. De todos los ácidos grasos saturados de la leche materna, el ácido palmítico es el más abundante; constituye entre el 20 y el 25% de los ácidos grasos de la leche, de los que una parte importante está colocada en la posición 2 del triglicérido (conocida también como “beta” ϐ).
El Comité de Nutrición de la AEP y la Sociedad Española de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica han elaborado un comunicado conjunto sobre el aceite de palma y el ácido palmítico en la alimentación infantil que puedes consultar aquí: http://www.aeped.es/comite-nutricion/noticias/comunicado-sobre-aceite-palma-y-acido-palmitico-en-alimentacion-infantil